lunes, diciembre 25, 2006

De pavos y tamales

Entre unos y otros se llevó a cabo, una vez más, la celebración familiar.

Mis tías hace años cambiaron la pierna de cerdo por el pavo con "gravy" y luego "pecan pie". Yo por variar me quedé con más antojo por el cerdo pero no es despreciable el sabor del ave en mención.

Cada vez que parqueo mi carro un 24 por la noche en la casa de una de mis tías siento como si el tiempo se hubiera detenido bajo el árbol de mango en el que reposa mi carro pacientemente mientras inicio la repetida historia. Disfruto el tiempo con mi abuela, es indescriptible la sensación de bienestar que me provoca el sentarme con ella.

La cuñada decidió hacerse colochos rubios y lucía extasiada mientras le decían que parecía una quinceañera, el abuelo se sentó a contemplar como todos han envejecido desde su punto de vista. El antes bebé sigue siéndolo sólo que ahora un poco menos bueno y más llorón. Los novios repitentes se sentían un poco más a gusto al saber qué esperar y los nuevos intentaban calzar en una celebración un tanto más comprometedora que la clásica visita familiar.

Los tíos que siempre preguntaban por los novios no lo han vuelto a hacer conmigo, desconozco si es porque se cansaron o no quieren exponerse a cualquier tipo de respuesta. La tía ajena me indicaba que me consiguiera uno menor, unos tres años menor, que las mujeres son quienes dominan en las casas y que es más domable uno "pequeñito". Aclaró que lo que no tenés no te "hace falta", por lo que no me angustie si no tengo hijos o marido! (vaya alivio...)

A la mesa principal me senté con mi abuela, a lo que la abuela de mis primas hizo el comentario de que desde cuando "yo era de los grandes". "Por estar a la par mía", contestó mi abuela. Esa misma señora cuando se habló de la pobreza en el mundo dijo que a ella le preocupaba extraordinariamente eso, que debía de ser terrible, por ejemplo, la gente en Vietnam y las mujeres con menstruación sin tener dinero para Kotex!

Posteriormente la india comida se puso al camino y me dirigí al otro extremo de la ciudad adonde más de un zigzagueante borracho me alteraba el camino. Más tíos, más primos y por supuesto pavo. El estómago no quiso alterarse más, tanta nicotina durante el día ya le estaba agrediendo lo suficiente. Pasaron los vinos, los regalos, la ilusión infantil indescriptible de ver a alguien quitando un papel añorando que lo que le regalen sea verdaderamente algo que le guste.

La madrugada hizo aparición y las reuniones de rigor empezaron a extinguirse dando paso a la posibilidad de alejarme felizmente, diciendo: "gracias Dios, que faltan 365 días para que esto se repita otra vez!"

1 comentario:

Julia Ardón dijo...

jajjaja.....Ay...Marielita, no tenés remedio, sos demasiado escorpiona...jajajjaja

Felíz Navidad.