viernes, diciembre 31, 2010

El virus

El otro día conversaba con una amiga y meditábamos sobre el Santa Claus tropical. Han pensado por dónde entra cuando aquí las casas no tienen chimenea? Y ni qué hablar del calor cuando uno anda con un traje polar.

Pero después de todas estas dudas pasan unos días, que tienen la característica de casi tener vida propia. En ningún mes del año encontramos que un "26" o el "30" signifiquen algo. En diciembre sí, la gente te dice me voy el 25, me devuelvo el 28, se acuerdan del paseo a la playa en que precisamente un 29 pasó esto o lo otro. Rara vez nos preocupamos de qué hacer el 27 de mayo o un 31 de marzo. Evidente claro está, no es diciembre. En este último mes del año, que tiene mañanas, lunas y tardes como cualquiera es frecuente que nos ataque el virus. Se propaga en las agendas, los trabajos, buses, estaciones de tren y hasta en las casas. No hay inmunidad conocida, ataca las neuronas de los seres humanos. Es el mes en que más ingresos económicos hay, y duran en la billetera lo que según Sabina tardan en deshacerse dos peces de hielo en un whisky on the rocks. Impuestos, regalos "a la fuerza", comidas cargadas en grasa, licores que amnesian, paseos de rigor.

Virus?
Virus asesino de neuronas, éstas quedan mutiladas ante el traje polar de un obeso ya senil que nos dice que los renos vuelan, los trineos navegan y los regalos van acorde a nuestro buen comportamiento.

Posterior al 25 de diciembre el virus se atenúa, las neuronas recobran fuerza pero siempre se ha dicho que las recaídas son peores. Y así es, exactamente una semana después éste milimétrico ser vuelve a velarle los ojos a esas ínfimas células que guian nuestro vivir. Las personas entran en un recorrido anual de pérdidas, duelos, éxitos, fracasos, ganancias y cuanta pequeña cosa se haya dado en sus vidas. "Es que es el 31", se escucha por ahí. Retoman fuerza las supersticiones, la magia cual Macondo. Se visten de colores las prendas íntimas, las escobas barren hasta más no poder, los cerdos, pavos y reses vuelven a sucumbir ante el hacha ya no hambrienta pero con gula de los seres humanos que quieren poner a prueba sus lípidos e hígados. De qué se trata?

Es un microorganismo que genera ansiedad a más no poder. La pólvora con sus destellos y su escándalo brilla por los cielos. Hay risas, llanto, abrazos, besos y toda la expresión emocional con la que se cuente. A los sesenta minutos todo culmina, se busca la cama, se sucumbe a Morfeo y para la mañana del primero lo que queda es una posible resaca, restos de comida, silencio y finalmente la cura. El virus se desvanece, se cree que la pólvora lo extermina, o tal vez una que otra neurona potente que logre poner fin a un delirio colectivo.