Apenas hacía unas tres horas que el sol había decidido alumbrar este lado del charco.
Hacía una hora había tomado mi primer taza de café del día y aún ningún cigarro me ha contaminado los pulmones el día de hoy.
La blusa de mangas de 3/4 aún no se arrepiente del día que aún no es tan asfixiante como para sentirse en el trópico candente.
En la oficina las computadoras se inician, mi placa tiene prohibido salir los viernes por la mañana, aunque nunca ha hecho caso, y mis perras tienen un dejo de tristeza por mi esperable ausencia.
Celular y IPOD cargados, inclusive mi mismo organismo se siente con las "pilas" puestas.
Empiezo la consabida caminada por el centro de la ciudad capital de uno de los países más pequeños del mundo. El olor a monóxido de carbono proveniente de "Zapote por Registro" se mezcla con el de Aserrí y Desamparados centro. Las cortinas metálicas que hace más de unos días no se limpian ni con el más cruento aguacero se levantan dejando ver mercancías que a lo mejor no necesitarían tanto resguardo. El olor a pan recién hecho se cruza con tanta contaminación y la cantina recién habrá cerrado. Se observan personas apresuradas, como si la oficina les fuera a extrañar si no llegan a la hora habitual o la computadora fuese a enfermarse de melancolía si no siente 36.5 grados centígrados rozarse con su teclado a la consabida hora. Una especie de uniforme se resume en pequeños bolsitos que son loncheras pero más aburridas que las de los niños, los hombres con corbata y sin saco y las mujeres con tacones que se suicidan con reincidencia en las aceras a las que el presupuesto de gobierno les quitó plata para sacar anuncios pro-TLC.
En ese no llamado vaivén sino más bien "corre que no te persigue ningún tren" las personas van absortas en la mortadela mal oliente que venden a la izquierda, los quesos sin pasteurizar del frente y por sobre todo cómo estirar el pago que si acaso permita la compra mensual de alguna de las anteriores.
Sobre una estrecha acera, que permite el paso de dos (pero bien apercollados) caminando codo con codo, hasta que el poste de luz mal puesto hace que la separación sea inminente, se cruza el señor de cincuenta aparentes y no necesariamente vividos. La cartera la dejé en el carro para evitar tentaciones de que me roben ese maremagnum de papeles que ella contiene, y camino al mejor estilo "gran ciudad", con los ojos absortos en el infinito, el paso rápido y el quítese quien pueda que ya voy tarde. El señor viene de frente, me observa de arriba abajo, de abajo arriba y se concentra en las dos mamas que orgullosamente llevo al frente. Me dice "rrrrrrrrica", yo sigo mi camino, y él se detiene observando nada más el par de pezones que me puso Dios y empieza a hacer ruidos de succión con su lengua y saliva, los ojos se le desorbitan y la lengua se le sale. Contario a lo que se pudiera pensar, no es una convulsión, no tendrá espuma por la boca, simplemente después de tanta succión, espersión y remezón me dice que quiere "chuparme toda", y que si yo "supiera como él está" en ese momento....y sigue....y mi dignidad humana y femenina después me dice, " a cuenta de qué...". Le digo lárguese, viejo impotente.....y su masculinidad se vio amenazada....increíble......qué mal agradecida me dijo......
Mujer mal agradecida, no acepta que un hombre desagradable, corbatudo y oficinista de quinta le demuestre que está en celo al ver sus mamas.